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27.12.15

EN MEDIO DE LOS POBRES

Fue especial.
Estas fiestas del recuerdo de la encarnación de Dios nos trajo mucho más que eso. Nos trajo vida. 
Dios se hace humano en las personas más pequeñas. Y desde ahí nos habla, nos ama. Y esta vez nos habló harto, se nos acercó animoso, nos apapachó.

Comenzó en Ancón II, la cárcel segura de Lima.

Agentes pastorales de diferentes confesiones se habían unido para celebrar con los presos la fiesta de la Natividad. En el patio, más de 400 hombres, de diferentes edades, (estaban también los de Maranguita que fueron reubicados ahí), adolescentes y hombres mayores, en un espacio para hablar y pensar en Dios hecho ser humano.
Venciendo el sol, el calor, estábamos reunidos en nombre de Dios.  Hubo alabanzas, glorias a Dios, gritos de júbilo. Y luego, era nuestro turno.
Cantamos, invitamos a cantar juntos, a bailar: a celebrar la vida.  Dios nos ama por encima de todas nuestras circunstancias, nunca dejamos de ser su creación perfecta.
Al final, siempre al final, es lo más rico de todo.  Conversar, unidos por el amor de Dios, unidos por la música. Se nos iban acercando, renunciando a veces a su chocolate final, para conversar. De nuestras historias, de sus historias. Descubrir nuestras pequeñeces humanas que nos igualan.

Un hombre mayor nos pidió estar en el bautizo de su hijita, en el mes de marzo. "Quizá yo no pueda salir, pero quiero que estén ustedes, con las mismas canciones, porque entonces así yo estaré presente".
Dios hizo lo que quiso, esa tarde en el penal. Y con nosotros.
Nos retiramos todavía con el corazón caliente, en silencio, para que no se enfríe el calorcito de ese momento.



Sin mucho pensar, a preparar maletas porque Santo Tomás de Quillo, de Luya, Amazonas, nos esperaba.  Vuelo a Tarapoto y luego 10 horas por carretera.
Sólo el cariño, la amistad y la fe compartida, consiguieron que estuviéramos presentes.  La religiosa -párroca-, que comparte la vida, los sueños, carencias y vida de la gente consiguió convencer a los mayordomos de la necesidad que el Grupo Siembra estuviera presente.  Los mayordomos algo escépticos aceptaron, sin conocernos.
Llovía, el barro desbordaba por todos lados, ¿qué hacemos con la serenata?.  Pensamos que el aguacero inoportuno interrumpiría las celebraciones. No señor, nada detiene las celebraciones, cuando Dios está contento con su pueblo.
Finalmente, con la lluvia algo adormecida, en medio de la fiesta, el maestro de ceremonias anunció, "ahora vamos a escuchar al Grupo Siembra que ha venido desde Lima".  Y el Grupo Siembra, con temores, con frío, con ganas comenzó a cantar.

Como siempre, compartir la vida al final del concierto es lo más rico.  Las personas se sienten identificadas con alguna canción, con alguna de las letras que vienen ahí, las hacen suyas y quieren que lo sepamos.
"Gracias por hablar de nosotras, que también para Dios somos importantes" nos decía una señora, para pedirnos luego que volviéramos para la otra fiesta.
Y los y las jóvenes cantando, bailando, en medio de barro, mojados por fuera (y algunos por dentro también) nos contaban de esta noche especial, diferente a otras.

Al día siguiente, la Eucaristía, con todo el pueblo, cantando juntos nos uníamos en un pueblo con una sola voz, cantándole a su Dios.
Como casi todos los pueblos de las otras provincias del país, durante el año son casi desiertos, solamente quedan los viejos, las viejas.  Todos y todas las demás salen a buscar mejor futuro en alguna capital distrital, provincial o departamental.  Pero cuando llega la fiesta, entonces a volver se ha dicho.  Reencuentros, alegrías, penas, risas y calor compartidos.  Después todos y todas volverán otra vez a sus lugares, sólo que esta vez, quizá tarareando algún verso aprendido, con Dios que esa noche también, como otras, envuelto en su poncho se puso a bailar en medio de su pueblo.

16.10.15

UN PEDACITO DE CIELO

 ¿Cómo se dice algo cuando el corazón está caliente?
¿Cómo articular palabras cuando todas se agolpan en la garganta para contar lo vivido?
¿La razón? Chachapoyas nos regaló un pedacito de cielo.
Jóvenes de diversas comunidades, personas adultas de diversas pastorales, religiosas de casi todas las congregaciones de la Diócesis, sacerdotes y el Obispo repletaban el coliseo para dar inicio a la fiesta. Ambiente de fiesta, de vida, de alegría.  Todo estaba listo para una gran noche.
“Por favor, al iniciar su concierto saluden al pueblo que les va a ver.  Vamos a salir en directo para todo Chachapoyas”, nos decía el responsable de la televisora local.
Y comenzó la fiesta.  Una fiesta que duró casi 3 horas, cantando, bailando, sin querer salir del lugar para que la alegría siguiera.
Primero cantaron religiosas y agentes pastorales de las diversas parroquias y luego nos tocaba a nosotros.
Y fue el inicio de ese torbellino de experiencias en las que humildemente debemos agradecer a Dios por tanta generosidad. 
Como nos pasa a todos y todas, hay ocasiones en las que pensamos que Dios nos ha preferido, que para él somos sus amigos más cercanos.  Es lo lindo de nuestro Dios que nos hace sentir a todos y todas que somos únicos para Él. De hecho, nos regaló un arco iris inmenso, lo vimos nacer, ponerse bello, completo, de principio a fin, y, cumplida su tarea de asombrarnos y alegrarnos, desaparecer con la misma generosidad con la que se mostró.
En nuestra vida de grupo nos ha tocado acompañar a grupos y comunidades de todas partes del país. De casi todas. Hasta hoy no habíamos ido a esta parte hermosa de nuestra tierra.
Y hermosa por su historia, y por el legado que dejaron los y las mayores (que lo pudimos conocer en el museo de Leyme), pero también por su presente.  Por ese trabajo inmenso que un puñado de religiosas vienen haciendo en tierras chachapoyanas para construir el Reino de Dios.  Y decimos religiosas para remarcar que, como en muchos lugares de nuestra iglesia peruana y universal, son ellas las que llevan adelante todo el trabajo. Las que sostienen este viejo edificio que quiere remozarse.
Creatividad, dinamismo, fuerza, alegría, inmensa alegría, contagiante, desbordante, llena de Dios, llena de pueblo.
Fuimos a acompañar y compartir nuestro arte y recibimos inmensamente más y nos sentimos acompañados.  Fue un regalo del cielo para cargar baterías, para renovar y remozar el compromiso, para vivir la gratuidad del evangelio y la vida.
Al día siguiente era el pasacalle por las calles de la ciudad y la eucaristía para poner punto final al Año de la Vida Consagrada.  Presidida por el Obispo y casi todos los sacerdotes de la Diócesis, el coliseo otra vez lleno, para decirle gracias a Dios por el regalo de todas estas personas que han querido echar su suerte y gastar su vida en estas tierras. Y vaya que lo hacen con una entrega admirable.
No solo fue el reconocimiento de sus comunidades a sus pastoras y pastores, sino del pueblo mismo.  El Alcalde y el Presidente del Gobierno regional reconocieron públicamente todo el trabajo que vienen haciendo.  Y es que se lo han ganado a pulso, con fatiga, con errores, con miedos, pero también con una entrega generosa, gratuita y confiada en el Dios que las convocó, las amó, las envió.
(Hasta para nosotros hubo, el Alcalde, hombre de fe y de raíces comunitarias nos entregó un reconocimiento público. –Que roche-.)
Al escribir estas líneas, y dar gracias a Dios, dar gracias a la Confer, es imposible no nombrar a Emilia, la presidenta (¿ese es el cargo?) de la Confer Chachapoyas, a Caty y a Elsa, coordinando el grupo de religiosas que se compraron el trabajo de la organización de la fiesta (y del trabajo de hacernos sentir bien y en casa y gozar como nunca de este trabajo lindo). 

No nos olvidamos de nadie, pero queremos reconocerles en ellas a todas que trabajaron tanto para que esta fiesta fuera tan linda como fue, para que Dios se viniera corriendo a bailar en medio de todas y todos, para que nuestro corazón se contuviera para no reventar de tanto cariño, tanta generosidad.

En ellas, a todas la hermanas, gracias por su entrega, por la labor que hacen en bien de nuestro pueblo.

31.8.15

AQUI ESTOY, PARA TODA LA VIDA

Este fin de semana fue diferente.
Estuvimos acompañando dos momentos idénticos, en dos lugares diferentes.  A Sonia en San Juan de Lurigancho y a Rossana en Chorrillos.
Pero el motivo era el mismo. Ellas hacían sus votos perpetuos en las congregaciones que las habían acogido, formado, querido.
En medio de crisis vocacionales, en medio del despilfarro de las creencias, en medio de lo “innecesario” que resulta Dios, estas dos mujeres decidían que había que hacer las cosas en su nombre y dedicarle su vida a anunciar su Reino, viviendo con otras mujeres que piensan lo mismo, igualmente dedicadas.
Supimos sus historias personales, de cómo es que sintieron que querían ir por estos caminos, de cómo iban peleándose con Dios, y a la vez recostándose en sus brazos, urgidas de su misericordia, y de cómo el amor de este Dios por su pueblo es tan grande que las termina atrayendo, acariciando, envolviendo y devolviendo a sus pueblos para esperarles ahí, otra vez, con sus brazos generosos.
Y nos llenamos de alegría.  Y nos llenamos de contento.  Y nos llenamos de Dios.
Dios no olvida a su pueblo. Nos sigue hablando, llamando, acariciando.
Fue la misma sensación que nos provocó, la semana pasada, en el encuentro con catequistas quechuahablantes de la parroquia de Ccatcca, un pueblito en las alturas de Cusco, cercano a los 4,000 m.s.n.m. 
Hombres (todavía no hay mujeres catequistas aunque después del concierto varias se animaron a hacerlo y pidieron entrar), hombres mayores y jóvenes dedicados a anunciar al Dios de la Vida a sus paisanos y comuneros y comuneras, para que sientan que Dios no olvida a nadie, menos a los pobres. 
Era conmovedor el testimonio de uno de los catequistas, el mayor.  Nos contó que tiene a todos los hijos e hijas en las diferentes ciudades del país, a quienes les va bien en la vida. En su casita sólo viven él y su esposa.  Y sus animalitos. Y su chacrita.  Uno de sus hijos les ha comprado una casita en la campiña arequipeña para que puedan estar como en casa, con sus animalitos y sembrar en la chacra. Y de paso él pueda verles y acompañarles.   
“La casita es bien bonita, pero no hemos querido ir. ¿Cómo dejamos de ser catequistas, si esto hemos hecho toda la vida?”.
Aquí estoy, Señor, que se haga como tú dices. Para toda la vida.
Dios nos sigue hablando, nos sigue amando.  Y nos sigue enviando a estos mensajeros y mensajeras, que vienen de parte suya a recordarnos que la vida en abundancia es la promesa que tiene que cumplirse. Para todos. Para todas.

17.8.15

GRACIAS, CORAZON

Esta fue una semana linda, como para, llegada la noche, antes de acostarse, buscar el rostro de Dios, darle un besito y decirle: gracias, corazón.
Comenzó el jueves pasado. En Castro Castro.
Cada encuentro en la cárcel es siempre especial, tiene algo atractivo.   Este no fue la excepción.  En este canto por la vida, el programa incluía testimonios de internos.  Y quienes compartieron fueron demasiado generosos.  Compartieron la experiencia de Dios en sus vidas, en vidas que tienen condena de 8, 18 – 20 años, de prisión, uno condenado a cadena perpetua. 
Nos contaron de cómo es el gran choque que representa el darse cuenta que no tienen libertad, de no poder desplazarse por donde quieran, de no poder hacer lo que habitualmente hacen.
Y de cómo tienen que aprender a vivir con personas con quienes solo les une el requerimiento de la justicia por alguna falta contra ella.  Una convivencia que no es fácil porque está signada por la ausencia de las personas de a diario, del barrio, de casa.
Y lo tercero, lo más duro, es cómo afrontar la vergüenza que siente la familia.  En un caso, a este interno, toda su familia le dio la espalda, decidieron retirarle del lugar de sus afectos, de su núcleo más querido.  Esa pérdida era lo más duro que había tenido que soportar, y aunque lo entendía, no lo podía justificar.
Y, entonces, la pregunta: “¿Dios, qué tienes tú que ver con todo lo que me está pasando?” “¿era esto lo que me tenías preparado a mí?”.
Y nos contaron cómo encontraron el rostro cariñoso de Dios, esperándoles, sonriente, acogiéndoles, acompañándoles, acongojándose con ellos.  Compañeros de prisión que mostraban ese rostro cercano de Dios, aparecían solidaridades para sentirse acompañados, cercanías para no dejar que el frío de la soledad les entumezca el corazón.
Y nosotros que habíamos ido a cantar sobre el amor de Dios, sobre su gusto por la vida. Nos lo encontramos encerrado en la prisión, devolviendo la dignidad a estas personas, trabajando duramente en cada pabellón, a donde entraba, muchas veces, sin ser invitado.
Salir con mirada limpia y el corazón renovado nos hacía ver mejor nuestra propia vida.

Y otra vez, nos tocó acompañar a la comunidad de Ate Vitarte.
El concierto era parte del programa de reflexión y formación que estaban haciendo en la semana para tratar de ver y comprender el país, para soñar con él y tener esperanza, y volver animados y animadas a las calles para construir el reino que Dios nos tiene prometido.
Ate Vitarte es histórico, aquí se gestaron las luchas por las 8 horas de trabajo para los obreros, aquí se realizaron innumerables actividades a favor de los trabajadores cuando habían injusticias en las muchas fábricas del sector.


El templo pequeño se llenó rápidamente, tenían los textos de algunas canciones que querían que fueran parte del concierto, porque significaban mucho en toda su historia y compromiso.  Así que fue una noche para cantar a una voz, cargados de esperanza y futuro, mirar la realidad y analizarla desde el amor de Dios para con su pueblo.
Y juntar las bancas para hacer espacio y bailar y alegrarnos con la buena noticia de un Dios que nos trae su Reino, porque nos ama.
Y otra vez, esa sensación de sentir que recibimos más de lo que damos, de recoger mucho más que lo que hemos sembrado.
Y reconocer que nuestro Dios se vale de todo para recordar a su pueblo, siempre: “te quiero, estoy a tu lado, no te olvido, te acompaño, esta parte del camino la sigo haciendo contigo, tus luchas son las mías”.

Y esto se reafirmó de una manera mucho más intensa todavía.
En la capillita de Santa Rosa, en el cerrito, en Campoy, una congregación querida cumplía 150 años de vida.  Decir congregación, como que queda muy grande, porque inmediatamente pensamos en toda la estructura institucional que rodea la palabra.  Ellas son congregación, efectivamente, pero algo diferentes. Su “trabajo” es vivir en medio de los pueblos y con su vida dar testimonio de su seguimiento a Jesús, el moreno de Nazareth.  Y acompañar al pueblo, vivir en medio de ellos, caminar con las vecinas, vecinos, estar en la cotidianeidad del pueblo.
Y al momento de la acción de gracias, de las muchas intervenciones, recordamos al señor que lo hacía: “porque ellas vinieron a vivir con nosotros, en La Parada, en Tacora, ahora le dicen 28 de Julio, pero nosotros sabemos que es Tacora.  Ahí las hermanitas recorrieron nuestros mismos caminos”.  Y esa es su obra social, vivir con el pueblo. 
Y ese sentido de comunidad, de vecinos y vecinas, de pueblo, fue rico.  Como cuando la radio no funcionó para poner el Cd y una pareja pudiera bailar la marinera, ante el aviso de si alguien tenía uno, varios vecinos corrieron a sus casas a buscar, “a ver si el mío sirve”. 
Y ahí estaba Él, sonriente, feliz, en el cerrito, en este lugar alejado del centro, mostrándonos su rostro alegre, recordándonos nuestro destino: sean felices. Como en la multiplicación de los panes, a compartir lo que se tiene, para que alcance para todos, o como en Caná, a traer lo necesario para que la fiesta continúe.


Fue una semana linda, como para, llegada la noche, antes de acostarse, buscar el rostro de Dios, darle un besito y decirle: gracias, corazón.

4.8.15

ECOS CALIENTES DE UNA JORNADA ESPECIAL


- Nunca me sentí tan libre frente a Dios, como hoy. 
Nos decía una joven el sábado por la tarde. Tenía en sus ojos un brillo lindo, se le notaba feliz.
Esa mañana habíamos comenzado una Jornada Bíblica Juvenil, donde se habían congregado más de 70 jóvenes, entre escolares, de universidades, de grupos parroquiales, de comunidades religiosas, de barrio. De Lima y de otras provincias.

La jornada estaba preparada para el sábado y el domingo, de 9 a 7 pm.  ¿Vendrán?  Era la pregunta que nos hacíamos inicialmente. Y luego, y si vienen, ¿se quedarán hasta el final?
Nadie regala así porque sí su fin de semana, menos en un feriado largo como el de fiestas patrias, menos después de clases en el colegio o la universidad.  

Pero ahí estaban.  Contradiciendo nuestros temores.

En el mes de enero, luego de acompañar una de sus actividades, el Equipo de Lectura Pastoral de la Biblia (LEPABIPE) nos había propuesto, si queríamos sumarnos a acompañar una jornada especial para jóvenes.  Y estos proyectos, claro que nos emocionan, sólo nos tienen que decir fecha y hora. Somos cómplices de primera hora.
- ¿Y puedo traer un amigo mañana? Es que está bacán, le va a gustar. 
Nos decía otro. El sábado había sido extenuante pero divertido, lindo, intenso. 
La dinámica propuesta era de libertad plena para encontrarse con Jesús, acercarse a El, conocerlo, saborearlo, mirarse en su rostro, mirarse en el propio, mirar... con mirada limpia de máscaras y sombras. ¡Y estaba ocurriendo!.
Juan Bosco, el P. José Mizzoti, animadores del LEPABIPE habían preparado amorosamente la dinámica del taller, le agregamos nuestros condimentos y el menú quedó listo, sabroso.  Rico para cantar, bailar, gozar, discutir, reflexionar, meditar, maquinar.
Y fueron surgiendo preguntas, y fueron apareciendo atisbos de respuestas, y fueron creándose cercanías, y encuentros cara a cara, con el joven mayor, de treintipico años, con Jesús, el moreno de Nazareth que quería comunicar, también, algo a las inquietudes que iban presentando los y las participantes.

Y conocer a otras jóvenes, a otros jóvenes de la biblia, y cómo reconocerse en ellas y ellos, y descubrir que Dios era más, mucho más joven que algunos/as de quienes estábamos ahí, para no pensar en otros rostros conocidos que rondan por las iglesias. 

Salir a las calles y confrontar sus hallazgos con lo que la gente piensa y quiere de los jóvenes del país cerraba el vínculo del Dios metido y habitando en su pueblo, hablando por la boca de las mujeres y los hombres de hoy, reclamando el protagonismo juvenil y la construcción de mejores condiciones para todos y todas.  


Y así dio gusto celebrar, celebrarle a El, y salir con ganas a mirar el país y la vida con miradas limpias.

- Sería lindo que hubiera uno cada semana.
Terminaba ilusionada una joven cuando, al final, preguntamos si valía la pena estos encuentros y si querían repetir la experiencia.  La unanimidad exigió un nuevo encuentro, otro espacio libre, alegre, de escucha y de desafío.

Tremenda chamba la que nos espera.  Pero a vista de los resultados, cualquiera lo hace con ganas. Vale la pena.




25.3.15

ESE AIRE FRESCO

Primera.
Es el primer domingo de cuaresma, es de noche, vamos a acompañar una celebración especial. 
Ingresamos al templo y aquello nos desborda, lo que vemos no se parece exactamente a la idea que tenemos de un templo.
En el interior se ven luces moradas que iluminan las columnas desde la base, de otro lado se ve toda una instalación de luces, de sonido, una gran pantalla multimedia.  No parece una discoteca, pero, templo, lo que se dice templo… tampoco.
En un rincón, separado con biombos adornados, un espacio donde gran espejo tiene en los bordes preguntas personales para ayudar a revisar la vida.  Al costado un par de sillas, frente a frente y luego un lugarcito donde hay restos de papeles quemados. ¡El confesionario!.
Las sillas son de metal, de colores, no como las bancas de madera tradicionales.  Las sillas están ubicadas casi en semicírculo, al centro se ha armado una cruz en el piso.
El celebrante es joven, la celebración es juvenil, el viejo órgano ha sido reemplazado por una guitarra, con una guitarrista que con sencillez pero con un dominio exquisito acompaña las canciones, todos tienen ¡un cancionero con canciones actuales!. (En casi todos los otros templos están los cancioneros con himnos de los siglos pasados que son parte del patrimonio religioso de las iglesias alemanas. Y cuando decimos siglos pasados hablamos de 1400, 1500, etc.). 
Hay un aire fresco en esta parroquia, quieren que los y las jóvenes sientan que Dios no es abuelito, que piensa y siente como joven también, que tiene las mismas preocupaciones.  En esta parroquia quieren oler a rebaño joven.




Otra.
El tiempo final fue Francia, París.
Coincidencias, que le dicen, nos permitieron cantar con los misioneros y misioneras francesas que han venido a regalar su vida en nuestras tierras.
Y presidía la reunión, el Presidente de la Conferencia Episcopal Francesa.
Nos tocaba estar en medio de toda la estructura eclesial.  Un sacerdote amigo, se enteró en Enero que Siembra estaría en Europa a mediados de Febrero, así que movió todo para que Francia no estuviera al margen de nuestra visita.
Coordinó nuestra presencia en la reunión en la Conferencia Episcopal, buscó el tiempo, pidió los permisos, y una semana antes de iniciar el viaje, nos confirmaba que estábamos incluidos.
Definitivamente, el viento fresco que está soplando por el Vaticano, está remozando compromisos, recargando sueños, alimentando futuros.  Nos gusta, de hecho ya hacía falta abrir algunas compuertas “para que entre el aire del mundo”, como decía el viejo Juan XXIII, y vaya que las abrió.  Y aunque lo que ocurrió después sea ingrato para la dignidad de los y las pobres del mundo, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, dice el dicho popular, así que sentíamos ese viento renovador en medio de la reunión. Otra vez se estaban abriendo las ventanas para que el aire refresque las viejas estructuras.
La mayoría, felizmente, sabía nuestro castellano, así que fue cantar a una sola voz: “Querido Padre, no se agoten tu ternura y tu consuelo…” aunque la egge no se entendiera bien, sospechamos que Dios sí entendía lo que estábamos cantando, rezando, pidiendo.
 
Muchos misioneros y misioneras reconocieron las canciones, El profeta, cómo no, “es que esa canción la conocen hasta las piedras”, y entonces les hablamos de Gilmer, de cómo promovió al grupo, de su gran aporte en un tiempo especial de nuestra iglesia latinoamericana.  Todos tenían recuerdos vívidos de alguna canción latina, siembreña, acompañando su compromiso.
Y si eso no era suficiente, fue emotivo el ponerse a los pies de una imagen de María para decirle a la señora María “que al oído le cuentes al Padre que en toda mi vida, de Él quiero ser”.
Para finalizar nos quedamos con el deseo del obispo-presidente, cercano, amable, (no quería, ni parecer príncipe) felicitándonos y dándonos aliento.
Por un rato, la Conferencia Episcopal Francesa se llenó del sonido de las quenas y zampoñas acompañando ese aire fresco que sentíamos allí.

ENCUENTRO CON LOS PAISANOS

“Me entraron nostalgias, lloré, qué lindo fue decir gracias cantando” nos compartía un compatriota latinoamericano, colombiano, en Friburgo – Suiza.
La visita a Suiza fue por pocos días, esta vez. Tres días, lo justo.


 Tres días intensos para seguir con la labor, cantar y contar, de Dios y sus peripecias entre los pobres del tercer mundo, y de los pobres y sus encuentros y encontrones con el poder del dinero y con los otros poderes.

El primero, en Lausanne, con compatriotas peruanos, y con compatriotas de la patria grande. Una noche de solidaridad, de hermandad, de renovar la vida, de reconectar los cargadores de esperanza y sueños.
La Asociación Cultural Perú, había buscado por todos los medios que tuviéramos el concierto. Para comenzar nos movió el programa concertado para conseguir en día libre en la agenda, sacrificamos el descanso para tener el concierto. Correteó para conseguir el local, para agenciarse de los equipos, para la propaganda, para las traductoras, para… todo. 

Con el salón cargado de sentimiento latinoamericano, tuvimos una noche especial, demasiado, porque, además, Gina, el motor de todo, estaba en medio de una situación suprema, pero pudo más su fe en el Dios de la Vida, para conseguir que quienes asistieran tuvieran la misma experiencia del Dios amoroso que no nos suelta de su mano y que siempre busca y nos alienta a que superemos todas, todas las adversidades.
 
Dos días después, en domingo, en la parroquia donde se reúne la comunidad latina, la del Sacre Cuore, mejor dicho, del Sagrado Corazón, juntos y juntas celebrábamos a Dios en medio de su pueblo.
El encuentro al final de la actividad, con paisanos y paisanas argentinas, colombianos, chilenas, paraguayos, era emotivo, todos con el corazón caliente: “hemos cantado oraciones con ustedes, gracias por devolvernos la tierra”.
Y brotaron sus historias, de cómo llegaron, de cómo tuvieron que adaptarse, de cómo tuvieron que superar ambientes extraños, lejanos, distintos. De cómo lloraron embriagados de nostalgia, pena y ausencia.
Y cómo se construyeron un campito en medio de una sociedad distinta para integrarse a ella sin dejar de ser latinoamericanos.
 
Y ocurrió lo mismo en París, con Canta Latinoamérica, un coro de 50 voces, dirigido por el recordado Ricardo. Un concierto a templo lleno, en La Anunciación, nos contaban emocionados que “yo canto al Señor…” sonó multitudinario en Notre Dame, cuando se juntaron dos coros, unas 100 voces en una celebración especial.

Ahora que nos habían escuchado, nos decían alegres, tenían un repertorio mayor para las próximas veces.
Hubo tiempo de compartir algo de comida, queso y vino, por supuesto, estamos en Francia, faltaba más, y compartir también esa sensación bonita de estar entre colegas unidos por el canto y las ganas de cambiar el mundo.

La música tiene sus caminos que sólo ella conoce, de alguna manera se las ingenia para unirnos en un sentimiento, en una voz.

“Me entraron nostalgias, lloré, qué lindo fue decir gracias cantando” nos compartía el compatriota colombiano en Friburgo – Suiza, las canciones habían hecho su trabajo, nos unieron y por un ratito dejamos de sentir que estábamos en tierra extraña.

9.3.15

LAS CUERDAS Y LAS TEMPERATURAS

“Disculpen, pero esta noche cantaremos con nuestras chompas. Hace frío.” (Y no hemos traído los ponchos)
Estábamos arropados, abrigados. En el templo no había calefacción y los 2° de temperatura no son para andar cochineando. Aunque nos pongamos a bailar.
Esta temperatura en el templo no era por un problema de economías, porque en estos días, todo, absolutamente todo por estos lares, tiene calefacción. Bueno no todo, solo falta ponerle a las calles porque cualquier lugar cerrado lo tiene. Así que lo raro de esta noche, tenía una explicación diferente.

Pasa que el órgano de ese templo, instrumento importante en toda iglesia alemana, estaba hecho de una madera que no podía soportar la calefacción, así que dado lo importante que es instrumento musical … a abrigarse nomás.
El asunto es que no hay manera de explicarle eso a nuestras guitarras, las pobres andan más que confundidas con estos cambios de temperatura. Las cuerdas andan entre estirarse y encogerse con una rapidez digna de mejor causa… y de mejores tonos.
Debemos tenerlas por lo menos media hora antes cogiendo la temperatura, afinándolas una y otra vez antes del concierto hasta que ellas sientan que ya, que esa temperatura no va a cambiar. A pesar que les aseguramos en mil idiomas de esa situación, ellas prefieren tomar sus propias precauciones.

Y es que unas noches antes, estuvimos en otro templo, que tenía esta vez un órgano muy valioso, hecho con maderas de no sé qué bosques de Inglaterra que necesitaban de una humedad especial para no malograrse –y desafinar-. Así que échate a soplarte la humedad del órgano. Y otra vez a hacerles entender a las cuerdas que…

Dicho así como se lo contamos parece broma, pero viéndolo por el lado amable, podemos hacer también otras lecturas. Por ejemplo, aquella que todo está en función de lo que al ser humano le va bien, pero ¿y a la naturaleza?, ¿nos preocupamos que no sufra con nuestras comodidades? ¿qué a ella también le vaya bien?. Total, a la tierra y a los seres humanos nos hizo el mismo creador.
Sólo que a la tierra la hizo primero.

Así que, así no más pues, a seguir aprendiendo. Y cantando.

A la temperatura que haya.

EL APOYO A LOS PROYECTOS

Nos reciben siempre son sus caras alegres. Nos hacen saber que compartimos espacios comunes.

Han estado en Perú, en la mayoría de los casos, más de una vez. Tienen la relación de solidaridad con alguna parroquia peruana. Pertenecen a la Diócesis de Friburgo.

En algunos casos nos preguntan sobre las últimas cosas del país, otros están muy bien informados de la actualidad nacional. Algunos grupos están muy bien organizados, en otros unas cuántas personas, sobretodo mujeres, que son las que promueven la búsqueda de fondos para apoyar a la parroquia en Perú.

Los conciertos son parte de ese trabajo, están destinados a recolectar fondos para sus proyectos, con niños y niñas, con mujeres, con estudiantes, para levantar algún local comunal, parroquial, para programas de salud, nutricionales, etc. Han hecho propaganda, tienen cosas de Perú para vender, han puesto fotos, afiches, papelotes con información de los proyectos y la acción que están haciendo.

Cada noche es distinta, esta noche es para un espacio parroquial moqueguano, antes ha sido para parroquias de Lurín, de Arequipa, de Cajamarca.

Y la respuesta ha sido por demás linda. Como anoche. Al final de la misa, el concierto “de un grupo peruano que acompaña muchos años a las comunidades en el Perú”. No necesitamos decir nada de nosotros, nos conocen, saben lo que hacemos.

Y cantan con nosotros. Algunas canciones las han conocido en el Perú y las han llevado a sus parroquias alemanas. Esta vez los más emocionados somos nosotros. Cantamos a coro y voz partida, “Yo canto al Señor, mi Dios creador…”.

Dos pueblos, una sola voz. Dos pueblos, un solo sentimiento. Dos comunidades, un destino.

El aporte de la gente es generoso, los organizadores están contentos, nos dicen que la respuesta económica es una señal del gusto del concierto, que eso les abre nuevos caminos para su labor.

Nosotros felices, también desde acá hacemos patria, desde acá llegaremos indirectamente a algunas parroquias de nuestra patria.