Con reverencia, unción, fe y esperanza nos fuimos acercando a cada uno de los lugares donde yacían los restos de nuestros obispos. Era sábado, muy temprano, iniciamos la peregrinación en el lugar donde se inmoló Mons. Alberto, Obispo de Juli, en la carretera a Desaguadero. El sol iluminaba nuestras vidas a esa hora de la mañana, el frío nos abrigaba en la altipampa.
Éramos unas 60 personas, mayorcitas, pero también jovencitas, creyentes que llevamos en la memoria a nuestros pastores. Algunas no los conocieron personalmente pero caminan por las sendas que ellos abrieron y se sienten seguras.
Luego en la catedral de Puno junto a la tumba de los obispos buenos, Julio y Mateo. Seguimos a Ayaviri a rezar en la tumba de Lucho y Luciano, obispos amigos, Lucho muerto en accidente también. Finalmente llegamos a Sicuani, la tierra de Albano, el defensor de los DDHH, también fallecido, para juntos celebrar la vida y dar gracias a Dios por haber puesto en el sur andino a gente buena que quería vivir su fe y anunciar la verdad con su vida. (Es difícil no recordar a Mons. Lucho Vallejo enfundado en su poncho y su chalina caminando las calles del Cusco, compartiendo su amistad y cariño con los transeúntes)
Han pasado unas semanas que dejamos el Sur, tiempo como para aquilatar la experiencia, para saborearla, degustarla y sacarle provecho. Para darnos cuenta del país que tenemos, de la fe que nos une, de la esperanza que debemos construir conjuntamente.
Puno, Juliaca, Sicuani, Andahuaylillas, Cusco nos acogieron, cantamos juntos, celebramos juntos, nos enseñaron. Aprendimos a que la esperanza es movilizadora, que en las condiciones más duras es posible, es necesario celebrar la vida. Las condiciones de vida en nuestros pueblos fuera de las ciudades son duras, en la sierra más (y eso que no hablamos de la selva), pero la fe no se agota, quizá en momentos se cansa el amor, pero queda la esperanza: a pesar de los pastores, a pesar de las duras condiciones de vida: injusticia, inequidad, a pesar de las riquezas fáciles, de la violencia del dinero, de la corrupción, queda la esperanza y la esperanza anima, alienta, construye, te marca un camino, una luz, quizá débil, pero luz al fin.
Momentos especiales para cantar con agente pastorales con larga experiencia las canciones con “las que comenzamos y hace tanto que no lo hacíamos” o para compartir con la sangre nueva estas canciones que nos hablan de nuestra vida “¿por qué no las conocimos antes?, por favor ¿tienen face, están en youtube, las tienen en MP3?, etc, etc, etc”.
Celebrar la vida, celebrar a Dios, celebrar con Dios presente en su pueblo, la Confirma en Andahuaylillas, con jóvenes de Huaro, Urcos y Andahuaylillas, cantando juntos, en una voz dirigida al Padre Bueno que nos miraba con cariño escuchando a sus hijos e hijas reunidas en su nombre, decididas a comprometerse y hacer aún más linda su tierra para que todos y todas puedan vivir en paz.
La gira terminó con el concierto en el Templo de La Compañía en Cusco, ¿se puede pedir algo más? (sí que somos vanidosos). Primer concierto de música cristiana popular que se hizo en toda la historia de La Compañía, todo el arte barroco acompañando las canciones y melodías siembreñas. Podemos asegurar que vimos a Dios ¡bailar la morenada!, y salir todos con ganas de meter la vida en las entrañas de la tierra y su gente. ¡Cuántos testimonios, cuánta experiencia, cuánta riqueza!.
Después de haber vivido gozosamente ese regalo de nuestro pueblo, estamos convencidos que una patria nueva es posible, mientras miremos al sur, a los pobres y sus ganas de hacer todo nuevo, tendremos esperanza.