Los chicos y las chicas hacen suyo el canto porque representa sus propias convicciones. Del templo a la calle, se juntan en las esquinas para cantarla a voz en cuello. Alterar el orden público tiene sanción severa, peor aún, está prohibido reunirse, por ello en cuanto comienzan las primeras notas de la canción en seguida son perseguidos por los carabineros. El grupito sale disparado en distintas direcciones a reunirse en los siguientes lugares acordados previamente para reiniciar con el canto.
Muchas esquinas, muchos jóvenes, muchos días, semanas cantando “Caerán los que oprimían…” hasta que el gobierno decide actuar con firmeza y decisión. Declara traidor a la patria al autor de la canción. Así pretende intimidar para evitar que se sigan haciendo canciones “de protesta” y de paso aplicar la pena máxima, la muerte, al autor de tamaña ofensa al régimen. Es claro que de nada sirvió; por el contrario fue una propaganda buena que hizo todavía más conocida la canción.
La Ministra de Educación de ese entonces, promotora de esa disposición, iba a misa todos los domingos pero la misa no iba con ella.