Sin anestesia, respondemos a las demandas de los amigos y amigas que creen en nuestras ganas de trabajar con la música. Somos lanzados para trabajar talleres en Cajamarca, Chimbote, Arequipa, Lima. Maestros, maestras, agentes pastorales, sacerdotes y religiosas son los participantes. Esperan del grupo metodologías, herramientas para hacer más efectivo su trabajo. Deben soportar nuestros pininos pedagógicos.
Y nosotros debemos acostumbrarnos a vivir fuera de casa, a salir de ella para trabajar por Dios, por la patria, con la gente pobre. Aprendemos más que lo que enseñamos, recibimos más que lo que damos, somos acogidos, esperados, pero también urgidos a dar respuestas, a estar siempre proponiendo nuevas canciones para los momentos que vive la comunidad.
Y siempre llenos de música y de canto. Conciertos y presentaciones entre nuestra gente. Pegados en la mayoría de la veces, cachete con cachete en torno al único micrófono (robado a algún teléfono público) sostenido por un ayudante de mano estirada.
Implementamos Talleres de Canto, de Liturgia, de Comunicación, de formas musicales nacionales, de ritmos, de Celebración, que luego son replicados.
Participan de jóvenes para arriba, vienen de todas las parroquias, de diferentes estratos sociales, de diversas prácticas eclesiales. Los talleres son para todas las personas, ninguna se debe sentir marginada.
Claro que tenemos temores. A uno de los talleres viene un grupo de una parroquia del Opus Dei. Confiamos en que si Dios anda de por medio pasará lo que Él quiera que pase. Y pasó, en la evaluación final del taller nos confiesan que están “confundidos” por la experiencia vivida. Meses después nos enteramos que ponían en escena la Cantata “La Sangre de Los Mártires” con la que habíamos concluido el taller.
Cuando el pueblo pobre te toca el corazón
Es terrible acostumbrarse al paisaje del hambre, peor aún, pensar que esa es la voluntad de Dios. A eso no llegamos a acostumbrarnos nunca. Algunos piensan que pensar en ello, (redundancias aparte, “¡se va la segundita!”) es política, y política es muy mala palabra, sobre todo si tiene que ver con pobres. Si es que no hay pobres de por medio, ¡hasta la política puede ser buena!.
En cierta ocasión, llegó al barrio, a Caja de Agua, la televisión española para hacer un especial. Estaba en pleno debate el asunto de la Teología de la Liberación puesta en cuestión por un sector de la Iglesia. Preguntaron a una señora sobre qué pensaba del debate en torno a la teología de la liberación que se había iniciado desde Roma. La vecina, muy sincera, le contestaba que “si podía repetir la pregunta porque de eso no había escuchado nada”.
Acucioso el periodista le repreguntó sorprendido, pues se había informado que ésta era una parroquia que vivía fuertemente ésta teología. La vecina terminó por explicarle que “de aquello no podía darle razón, joven”. Lo que ella sí podía decir sobre Dios y sus cosas era que ”Dios me acompaña cada día cuando voy con mi carreta a vender frutas por las calles y que siento que se preocupa por mi, fíjese Ud.”, y le comenzó a tararear: “Va Dios mismo en nuestro mismo caminar…”
1985. Febrero. Tiempo de elecciones presidenciales en Perú. Tiempo de visita de Juan Pablo II al Perú. Un candidato, muy astuto él, llena el Perú con paneles con su fotografía extendiendo las manos tal como Juan Pablo. Más tarde será elegido presidente y no le pagará nada al Papa por usar su pose en la campaña. Pero ese es otro asunto.
Juan Pablo tiene programada una visita para encontrarse con la gente de las zonas marginales de Lima. En el Perú se inventa un eufemismo para maquillar a los barrios marginales donde han llegado migrantes de todo el país, se les dice “pueblos jóvenes”. En los arenales invadidos años antes, un millón de pobres esperan desde las 2 de la mañana al Papa peregrino.
A nosotros nos toca acompañar tamaña celebración, estamos ubicados al costado, en un estrado tan alto desde donde se ve el mar de gente que ha ido a encontrarse con su pastor. Todo transcurre sin novedad de acuerdo a lo programado, pero para el Papa no. Mira a la derecha, a la izquierda, no puede creer del gentío que ve, y menos todavía, creer que en esos arenales pueda vivir la vida.
Llega el momento de la homilía y comienza la lectura de aquello que viene preparado desde Roma. Pero el Papa está turbado con lo que está viviendo. El evangelio del día es la multiplicación de los panes. En medio de su alocución ya no aguanta más y cuando está leyendo sobre el hambre de Dios, se salta de lo escrito y comienza a improvisar: “¡Hambre de Dios sí, hambre de pan no! Entonces se debe hacer todo para preparar, para llevar este pan de cada día a los hambrientos de pan, ésta es una necesidad de la sociedad peruana; por el bien del Perú no puede faltar el pan de cada día a los pueblos jóvenes. Se debe hacer todo para que no falte este pan de cada día porque es un derecho, derecho expresado con nuestra oración cuando rogamos Padre Nuestro, el Pan de cada día dánosle hoy. Sea ésta mi última palabra para la misión de la Iglesia y para el bien de vuestra patria.”
A pesar de ese mandato, desde entonces ha crecido el número de hambrientos de pan en el Perú.Es imposible ser indiferente a una realidad que golpea el corazón mismo de Dios. Aunque estés de paso. Anunciar la buena noticia tiene nombre, apellido, chapa, rostro y calle conocidas.
Nosotros nacimos en esta parte de la Iglesia que quiere tomarse en serio aquello de que “He venido para que tengan vida y vida en abundancia”.