Podemos dar testimonio de la generosidad de nuestro Dios, que gozamos de su favor. Tomamos conciencia de ello por pura casualidad.
Un amigo cantor nos explicaba que había decidido dedicarse a las cosas de Dios a tiempo completo, así que hacía conciertos por todos lados. Al poco tiempo se dio cuenta que de canción religiosa no iba a vivir en el Perú, y menos en esos tiempos, pero su apuesta estaba hecha y no pensaba renunciar. Así que habló con Dios y le dijo directamente: “sabes que estoy dedicado a ti y necesito comer y mi familia también, necesito un auto para poder trabajar mientras no tenga conciertos”. Al poco tiempo una señora de su comunidad le entregaba un automóvil para que pudiera trabajar y dedicarse sin preocupaciones a su tarea de cantor religioso.
Otro amigo cantor, también dedicado a evangelizar cantando, decidió, igualmente, encarar a Dios de manera directa: “necesito una guitarra electroacústica para poder hacer bien mi trabajo que es para ti”. Hete aquí que al poco tiempo, personas amigas le regalan una hermosa guitarra con todos los aditamentos para sonar como se quiere chumbeque.
¡Y nosotros nunca le habíamos presentado nuestro pliego al Señor!
Así que comenzamos a repasar nuestras vidas para comenzar a escribir la gran carta, debíamos ver lo que necesitábamos. Caímos en cuenta de varias cosas: teníamos guitarras, eran de palo pero nos gustaba su sonido, claro no servían para las tecnologías de hoy pero sonaban bien, ¡y nos las habían regalado sin haberlas pedido!; ya cada uno tenía su propia familia, no faltaba un plato de comida cada día, había un lugar donde reposar la cabeza por las noches y, a pesar de las preocupaciones y urgencias de la casa, ¡nuestras familias nos animaban a seguir cantando, es decir a hacer lo que nos gustaba! Y, claro, gente que nos conocía nos ayudó a encontrar trabajo, “va a ser un gusto trabajar con alguien de Siembra”.
¡Y nosotros nunca le habíamos presentado nuestro pliego al Señor!
Y qué le podíamos pedir si, sin haberlo hecho, había sido extremadamente generoso con cada uno de nosotros. Teníamos amigos y amigas que nos ayudaban a ser fieles, a no claudicar: sentíamos su solidaridad y cercanía. Hasta para nuestras vanidades había: “tú eres de Siembra, una firmita porfa”. O sentirnos “importantes”: “¡los Cds se están vendiendo en el hueco!” (principal centro del pirateo en Lima, si estás ahí es porque tu música vende, eso prueba de tu valía, ja!). Como músicos éramos bien atendidos a donde íbamos (junto al cura y a la monja, los músicos reciben los primeros y mejores platos).
¡Y nosotros nunca le habíamos presentado nuestro pliego al Señor!
No todas son maduras, nos ha tocado de las duras también, pero aunque no nos acostumbramos al paisaje de la pobreza y la injusticia, sabemos sobrellevar la vida como lo hace nuestro pueblo para no caer en la desesperanza. En los momentos difíciles ha sido enternecedor encontrar el testimonio de hermanitos y hermanitas que nos han mostrado el rostro amable y cariñoso de Dios y que nos han ayudado a salir de nuestros fangos.
Las jornadas de ayuno y oración por nuestro país que se hacen alrededor de la fiesta del Panchito (San Francisco de Asís) pidiendo por la paz, por la justicia han sido momentos más que vitales en nuestras vidas. Muchas personas rezando por su patria, ayunando para contribuir a que el Perú se asemeje, aunque sea un poquito, al deseo de Dios y eso como parte de toda su entrega gratuita por la causa del otro, de la otra, de su prójimo. Cómo no sentirnos satisfechos de haber nacido en esta tierra si nuestro pueblo nos enseña a no perder la esperanza, cómo no agradecer a Dios que no se equivocó al ponernos en el Perú si aquí hemos encontrado los espacios para ser felices, para remar mares en los océanos de la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la ternura, el cariño.
Con la guerra subversiva terminada, queda la tarea de la reconstrucción moral y social del país, emprender las tareas de la reparación y la reconciliación, Y es gente de iglesia, de comunidades cristianas, principalmente, las que están llevando adelante ese proceso con tesón y sin pausas. ¡Cómo no sentirse agradecido con nuestro Dios que conoce las mil maneras de hacernos felices en esta tierra!.
¡Qué hubiera sido de nosotros si no tuviéramos a nuestro pueblo! ¡Qué hubiera sido de nosotros si Dios no hubiera querido mirarnos! Casi 30 años después de haber iniciado este hermoso camino, con alegría y satisfacción podemos ver que hay huellas del paso de Dios por nuestras vidas.
¡Y todavía no le hemos presentado nuestro pliego al Señor!