11.10.08

Una apuesta retro: el camino colectivo

Las apuestas colectivas se cayeron cuando se cayó el muro (no lo eran, ni parecían, pero se decían), a partir de ahí quedó limpio el camino para andar en solitario. ¡Yo me salvo solo compadre!. Llegó el tiempo de la neoliberalidad, con el reinado autoritario de la economía. Oportunidades para todos, se decía, y que las cosas llegarán a los pobres mediante el chorreo económico. Pero el perol nunca se llenaba y el hambre crecía.
Dios también se convirtió en objeto de consumo personal. En nuestro pueblo la gente pobre, en su desesperación, pedía a gritos el agua bendita, (nuestro párroco pensó en bendecir la manguera por tanto que la pedían), porque esta situación sólo un milagro podía salvarla. 
Muchas personas se dedicaron a buscar estampitas con la imagen de la nueva Virgen que llora; ella era una buena alternativa en esos tiempos. Ahora hay que dedicarse a salvarse como sea, dedicar más tiempo para generar fondos para “parar” la olla y por tanto Dios, la parroquia, la comunidad, que esperen.
En las cosas de la música, la cosa no fue distinta. El canto se hizo más místico, espiritual, íntimo. Los grupos dejaron de existir, cada quién tenía que ver por sí mismo para estar preocupándose de los demás. Además que ya era difícil juntar al grupo, había que dedicarse a otras cosas para sobrevivir. De otro lado, con economías precarias en las parroquias no es tan fácil conseguir los fondos para traer a un grupo numeroso.
En alguna ocasión nos llamaron los “dinosaurios”, por lo antiguos, pero también porque éramos una especie en extinción: ¡todavía creíamos en lo colectivo!. De esos ya no se ven. ¡Qué hubiera sido de nuestra humanidad si Pedro y su “mancha” decidían meterse en las cuatro paredes de su casa para seguir, en medio de su encierro, su diálogo con Jesús, el mismo que los había sacado de sus individualidades para meterlos a remar mar adentro del mundo!

Pero la vida misma es compleja, no sólo por cuestiones económicas. No es sencillo convivir con otras personas. Temporadas fuera de casa viviendo día a día con otras personas con las que no has vivido antes. Pensar y actuar en colectivo no es sencillo en el medio artístico donde importa harto lo subjetivo y la tentación de la fama está volteando la esquina. A veces ni la oración te salva.
Solamente el ser amigos y amigas nos ha permitido llegar a esta parte del camino. Aprender de la otra persona, tolerarla, que te toleren, acompañar y vivir el día a día. No es fácil, también debemos aprender a decirnos las cosas que no nos gustan. Eso no es sencillo ni poético. Cada uno, cada una tiene su manera especial de ser y ahí no hay Dios que nos una, ni se atrevería a hacerlo porque sale despeinado.  
El desafío de ser amigos, amigas, es apostar la vida por los otros, casi como en las familias, solamente que aquí lo haces porque quieres y tú los eliges y ellos y ellas también (en casa no elegimos a nadie, llegamos por chiripa y punto, a ver con quienes te toca). Aquí tienes la libertad de asumir el compromiso para la vida, lo tomas o lo dejas. Nosotros decidimos tomarlo.