9.3.15

EL ENCUENTRO CON ESTUDIANTES


Esta vez el concierto era en un Real Schule. 

Alemania tiene un sistema diferenciado en su educación Secundaria. Al terminar la primaria los niños y niñas son separados de acuerdo a su rendimiento académico. Los primeros puestos van al Gymnasium, un colegio que les permitirá acceder a la universidad. Los segundos de la lista irán a un Real Schule, también podrán ingresar a la universidad, pero deberán pasar evaluaciones y preparación especial ya que su educación estará dirigida a profesiones sociales, técnicas. No hay que ser demasiado perspicaz para imaginar las distancias que ocasiona este sistema.

El salón está lleno, más de 100 jóvenes, además hay estudiantes de varias nacionalidades. El ambiente inquieto, como en cualquier colegio. Pensamos cómo interesar a estos estudiantes, que no conocen nuestro idioma, además que tienen, como es natural, gustos musicales totalmente diferentes a nuestra música.

Pero hay que hacer lo que hemos venido a hacer. La profesora de español es nuestra traductora, y ella también está en aprietos ya que debe traducir “para que se entienda” al lenguaje de los y las jóvenes.

Comienza el concierto, las canciones se suceden, y comenzamos a sorprendernos. Hasta los del fondo están en silencio siguiendo el concierto, haciendo la bulla necesaria al final de cada canción pero interesados en lo que les estamos cantando y contando.

Al final de la primera hora, suena la campana para un receso, se nos acercan en tropel, las preguntas son sobre la experiencia de Dios, si los jóvenes de Perú creen, si sabemos de alguna manera donde ellos y ellas podrían apoyar, en su país o en el Perú.

Una joven de Bangladesh viene muy emocionada. Hay llanto en sus ojos. En nuestros ingleses remendados, -el suyo y el nuestro porque la traductora ya no puede con todos- nos cuenta que ha perdido 5 familiares en la guerra en su país, es refugiada, que las canciones y la realidad peruana le han hecho pensar en la suya. Nos agradece, que “parece que nuestro Dios tiene palabras para ella”. Una joven de Sudán está feliz, ha disfrutado el concierto, ahora sabe que la marginación no es cosa de Dios.

Comienza la segunda hora, han llegado más jóvenes, se han pasado la voz. Buena señal, estamos contentos. Terminamos en fiesta, las fotos, las firmas, las caras contentas, agradecidas. Sentimos que andamos juntos, que hay caminos comunes. La pregunta final que les hicimos nos ha acercado más: ¿qué es lo más urgente por hacer en su país, qué harían ustedes?, y la respuesta casi unánime: promover el respeto y la inclusión entre todos y todas.

Otros colegios también nos han pedido estar con ellos. Son Gymnasiums. El concierto, pero además espacios de conversa, de intercambio, de absolver sus preguntas, que no son pocas. Pasamos del ¿cómo son en Perú? a ¿cómo podemos ayudar para tener un mundo mejor?. Y la discusión entre ellos sobre lo que hay que hacer en Alemania, sabrosísima, reconociéndose como país necesitado de cambios. (Entre ellos, que haya un sueldo mínimo justo para los jóvenes que recién comienzan su vida laboral, porque el que tienen, es igual que en nuestro país: mínimo, es decir, casi nada.)

Igual, terminamos bailando, esperanzados, soñando un norte común, un camino para todos. Las profes felices, nos piden que volvamos, que avisemos nuestra siguiente venida, que sus estudiantes están felices.

Habrá otra ocasión. Confiamos.