“¿Creen que podrían apoyarnos? ¿Tendrán tiempo?”. No había nada que pensar. ¡Claro que
sí!. Nosotros que les buscábamos y ellos
que nos encontraron.
Francisco había anunciado su visita al Perú, Puerto
Maldonado, Trujillo y Lima eran las ciudades elegidas. Para ponernos a disposición de nuestra
iglesia no había mucho que escoger, pensamos que quizá en el Vicariato de
Puerto Maldonado podríamos ser más útiles.
Nuestro trabajo pastoral ha sido, desde siempre, el
acompañar a nuestro pueblo en sus diversos momentos, de celebración, de
oración, de alegría, de reflexión, etc. y este no era la excepción. Un momento tan importante para la vida de fe
de nuestro pueblo, el encuentro con su pastor, teníamos que acompañarlo,
vivirlo en medio de.
Una de las primeras cosas fue el hacer una canción para
preparar ese momento. Hecha la canción,
para la musicalización buscamos apoyo musical para que la canción tuviera “aire
amazónico”.
Primer aprendizaje.
Pasa que olvidamos lo importante que es escuchar antes. Muy tromes nosotros, hicimos una versión muy
a lo Mirlos pasando por Juaneco. Cuando
la escucharon nos dijeron que aquello no era posible, que esa es la versión que
se ha creado para los turistas, que las comunidades nativas tienen otros
sonidos, otros ritmos.
(Y es que los músicos, las personas de arte en general,
solemos escucharnos a nosotros mismos, buscamos a nuestras musas, hablamos
desde nuestra experiencia y pensamos que todos la sienten así y así tiene que
ser. Cuántas veces habremos deslindado
de esa manera de pensar, pero, hete ahí, que caímos una vez más).
Pasada la vergüenza inicial y contando con la indulgente comprensión de nuestros pastores, rehicimos la instrumentación en una versión más siembreña, más popular. La cancioncita nos la pidieron de varias comunidades y la comenzaron a cantar en sus jornadas y sesiones donde se preparaba la espera. En el camino se hacía el concurso para el himno oficial, así que una vez que éste fue definido, la dejamos descansar. (Por ahí todavía, ahora que Francisco volvió a su casa, en algún lugar la volvimos a escuchar, “porque nos gusta pues”).
Puerto Maldonado es una ciudad pequeña, con alrededor de
100,000 habitantes, pero para el encuentro con Francisco se esperaba más del
doble. Aquello era un tráfago de
actividades, donde lo central estaba en el encuentro que Francisco tendría con
las comunidades indígenas que vendrían de todas las diócesis de la amazonía,
además de las que vendrían de Brasil y de Bolivia.
Fuimos testigos del trabajo enorme de un equipo de personas
liderado por el Obispo, Monseñor David, que se compraron el pleito y lo
hicieron genial. “En la próxima visita,
el Papa ya no nos pilla desprevenidos, ¡ahora somos especialistas!”.
Días previos se hizo la Asamblea Pastoral del Vicariato,
donde más de 300 agentes pastorales discutían su Plan de Trabajo a partir de la
Evangelli Gaudium, nos tocó apoyar el trabajo con los jóvenes de la Pastoral
Juvenil.
La noche previa a la llegada de Francisco era la Vigilia en la Plaza de Puerto, a partir de las 6:00 de la tarde. Con los agentes pastorales, las personas de las hermandades, la gente que había venido en peregrinación y la población reunida fue un momento de oración, de alegría, de unción que terminaría a la medianoche con la procesión de las imágenes que eran llevadas hacia la explanada para el encuentro con Francisco.
La preparación de la “Vigilia de la Esperanza y la
Misericordia” –que se nos encargó- había sido un momento rico y de mucho
aprendizaje, de una práctica ecuménica para poder llegar a buen puerto dadas
las tan diversas maneras de vivir el evangelio que tenemos al interior de
nuestra iglesia. (Segundo aprendizaje: respete las diversas formas de hacer
carne el evangelio, la suya no es la única).
El punto alto de esa noche hermosa fue la presentación de
“Sin límites”, grupo musical integrado por internos del penal que también
estaban viviendo intensamente la venida de Francisco. La colaboración y buena disposición del
Director del Penal permitió ese encuentro que coronó el momento especial de la
oración.
Al día siguiente, muy temprano, de madrugada ya estábamos ubicados en nuestro lugar. El día anterior habíamos hecho la prueba de sonido, interrumpido por las lluvias que estaban empecinadas en cantar con nosotros.
El coro del Vicariato, responsable del encuentro en la
explanada, estaba formado por más de 100 personas, desde niños hasta personas
mayores, y venían ensayando desde meses antes.
¡Qué lindo que cantaban!, y tenían como apoyo a muy buenos músicos. Teníamos que sumarnos para animar la espera
de Francisco, ya que las personas estaban desde la madrugada y el Papa recién
vendría hacia las 11 am. Así que el
“show” comenzó a las 6 de la mañana y entre videos y canciones fuimos
calentando el ambiente.
Hombre sencillo, directo.
No tenía apariencia -ni quería tenerla- de príncipe ni mucho menos
exigía trato de eminencia o excelencia.
Hombre simple, pastor, quería estar cerca de este “su” pueblo. El enorme abrazo que se dio con la familia
que le dio la bienvenida era el retrato de este pastor, a Francisco lo puedes
abrazar, dar la mano.
Francisco lucía la emoción del encuentro previo con las
comunidades nativas, y mirando a toda la gente reunida, nos instó: “Tengo
esperanza en ustedes, en el corazón de tantas personas que quieren una vida
bendecida. Han venido a buscarla aquí, a una de las explosiones de vida más
exuberante del planeta. Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla,
escúchenla, maravíllense de ella.
Enamórense de esta tierra Madre de Dios, comprométanse y cuídenla. No la usen
como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para
disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos.”
Recibimos el encargo, luego de la bendición seguía su
camino. Entonces, “Yo canto al Señor, mi Dios creador, por la vida nuestra vida
que hoy quiere vivir” era la oración cantada con todos con la que despedimos a
Francisco que se iba a otro encuentro.
Al pasar a nuestro lado, nos regaló su bendición, su alegría, sus ganas de construir una tierra nueva donde cada hombre y cada mujer podamos vivir a plenitud.
Al pasar a nuestro lado, nos regaló su bendición, su alegría, sus ganas de construir una tierra nueva donde cada hombre y cada mujer podamos vivir a plenitud.
Hace 32 años habíamos acompañado a otro Papa, en Villa El
Salvador, cuando Juan Pablo tuvo su encuentro con los pueblos jóvenes. Ahora,
disfrutamos de este nuevo regalo: estuvimos con Francisco en su encuentro con
la tierra de la Madre de Dios.