18.2.17
LOS MIL NOMBRES DE DIOS
“¡Gracias!. ¿Viste cómo bailaban?
Han gozado del concierto y se han sentido unidos.”
Era la profesora, nuestra traductora en el concierto, que nos compartía feliz su visión de esa mañana en la Escuela Social de Saarbrucken.
Nosotros estábamos terminando de calmar nuestros nervios.
Es que no se trató de un concierto más, éste había sido demasiado especial: los y las jóvenes de este colegio eran una gran mezcla de nacionalidades y de credos.
¿Cómo hablar de Dios y su gran cariño para cada persona, si no conoces qué Dios ilumina sus días?,
¿Cómo cantar de la preferencia y favor de Dios hacia las mujeres en medio de jóvenes musulmanas con velos cubriendo sus cabezas y sus rostros?
¿Cómo hablarle a Dios como pueblo, como comunidad, si este colage apretado de personas no tienen –aún- cosas en común?
¿Cómo hablar, cantar, vivir a Dios en tierra extraña, con personas tan distintamente extrañas?
Tamaña cuestión. Seamos auténticos, sin más, hagamos lo que sabemos, lo que vivimos.
“¡Grracias, amigo! Nos dice un joven, ¿iraquí?, al momento de retirarse.
Los refugiados están en toda Europa, en cada país, en cada ciudad. Migrantes que son tratados como refugiados pero, en muchos casos, no encuentran refugio.
Vienen huyendo de los terrores que causan los dueños del mundo.
Y cada quién con su historia, con sus nostalgias, con sus cariños, con sus temores, dudas, llantos y dolores.
Lo habíamos sentido antes, en Barcelona, en Llobregat, la comunidad cristiana haciendo los esfuerzos para decirles, "nuestra casa es vuestra casa".
Los sufrimos cuando esa familia joven, es detenida en la frontera de España y Francia porque no tienen documentos. La ropa de ella la delata, es musulmana.
En cada calle, en cada lugar, es fácil reconocer los rasgos de turcos, árabes, hindúes,… Ahora son muchos, se los ve por todos lados.
Y no siempre hay contento con su presencia. Junto a la acogida, también hay fastidio, incomprensión y hasta rechazo.
“Querido Padre,
no son días que nos hablen hoy de Ti…”
Comenzamos a cantar, la profesora comenzó a traducirnos, a intentar poner en alemán nuestra experiencia latina –y nuestras palabras-.
Antes de la segunda canción, se levanta una joven, para hacernos caer en cuenta de algo: no todos saben el alemán (español menos, por supuesto). Así que ella se encarga de traducir al árabe lo que la profesora tradujo al alemán.
En medio de todo ese sancochado de lenguas, la música y el Espíritu comenzaron a hacer lo suyo, comenzamos a integrarnos, a sentir, a vivir una experiencia de fe.
Cada quien tenía la libertad de invocar su credo, y los que no creían también debían sentirse libres. Y así fue.
Un ejercicio de libertad, de reconocer que nadie que sea Dios puede enviar la muerte, puede desear el mal. Estamos hechos para vivir, para buscar la vida, para tejerla, para construirla, para soñarla, para crearla.
Para todos. Para todas.
Bailamos, nos alegramos, reímos, conversamos, gritamos.
Muchos se reconocieron compañeros, compañeras.
Y reconocimos compañero, también a Dios, y El se alegró y bailó con nosotros esa mañana.
Y se le llamó de mil maneras, con sus mil nombres.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)