¿Cómo articular palabras cuando todas se agolpan en la
garganta para contar lo vivido?
¿La razón? Chachapoyas nos regaló un pedacito de cielo.
Jóvenes de diversas comunidades, personas adultas de
diversas pastorales, religiosas de casi todas las congregaciones de la
Diócesis, sacerdotes y el Obispo repletaban el coliseo para dar inicio a la
fiesta. Ambiente de fiesta, de vida, de alegría. Todo estaba listo para una gran noche.
“Por favor, al iniciar su concierto saluden al pueblo que
les va a ver. Vamos a salir en directo
para todo Chachapoyas”, nos decía el responsable de la televisora local.
Y comenzó la fiesta. Una fiesta que duró casi 3 horas, cantando,
bailando, sin querer salir del lugar para que la alegría siguiera.
Primero cantaron religiosas y agentes pastorales de las
diversas parroquias y luego nos tocaba a nosotros.
Y fue el inicio de ese torbellino de experiencias en las que
humildemente debemos agradecer a Dios por tanta generosidad.
Como nos pasa a todos y todas, hay ocasiones en las que
pensamos que Dios nos ha preferido, que para él somos sus amigos más cercanos. Es lo lindo de nuestro Dios que nos hace
sentir a todos y todas que somos únicos para Él. De hecho, nos regaló un arco
iris inmenso, lo vimos nacer, ponerse bello, completo, de principio a fin, y,
cumplida su tarea de asombrarnos y alegrarnos, desaparecer con la misma generosidad con la que se mostró.
En nuestra vida de grupo nos ha tocado acompañar a grupos y
comunidades de todas partes del país. De casi todas. Hasta hoy no habíamos ido
a esta parte hermosa de nuestra tierra.
Y hermosa por su historia, y por el legado que dejaron los y
las mayores (que lo pudimos conocer en el museo de Leyme), pero también por su
presente. Por ese trabajo inmenso que un
puñado de religiosas vienen haciendo en tierras chachapoyanas para construir el
Reino de Dios. Y decimos religiosas para
remarcar que, como en muchos lugares de nuestra iglesia peruana y universal,
son ellas las que llevan adelante todo el trabajo. Las que sostienen este viejo
edificio que quiere remozarse.
Creatividad, dinamismo, fuerza, alegría, inmensa alegría,
contagiante, desbordante, llena de Dios, llena de pueblo.
Fuimos a acompañar y compartir nuestro arte y recibimos inmensamente
más y nos sentimos acompañados. Fue un
regalo del cielo para cargar baterías, para renovar y remozar el compromiso,
para vivir la gratuidad del evangelio y la vida.
Al día siguiente era el pasacalle por las calles de la
ciudad y la eucaristía para poner punto final al Año de la Vida
Consagrada. Presidida por el Obispo y
casi todos los sacerdotes de la Diócesis, el coliseo otra vez lleno, para
decirle gracias a Dios por el regalo de todas estas personas que han querido
echar su suerte y gastar su vida en estas tierras. Y vaya que lo hacen con una
entrega admirable.
No solo fue el reconocimiento de sus comunidades a sus
pastoras y pastores, sino del pueblo mismo.
El Alcalde y el Presidente del Gobierno regional reconocieron
públicamente todo el trabajo que vienen haciendo. Y es que se lo han ganado a pulso, con
fatiga, con errores, con miedos, pero también con una entrega generosa,
gratuita y confiada en el Dios que las convocó, las amó, las envió.
(Hasta para nosotros hubo, el Alcalde, hombre de fe y de
raíces comunitarias nos entregó un reconocimiento público. –Que roche-.)
Al escribir estas líneas, y dar gracias a Dios, dar gracias
a la Confer, es imposible no nombrar a Emilia, la presidenta (¿ese es el
cargo?) de la Confer Chachapoyas, a Caty y a Elsa, coordinando el grupo de religiosas
que se compraron el trabajo de la organización de la fiesta (y del trabajo de
hacernos sentir bien y en casa y gozar como nunca de este trabajo lindo).
En ellas, a todas la hermanas, gracias por su entrega, por
la labor que hacen en bien de nuestro pueblo.